Cuando desgaste en la lucha, en la huida, en esa sensación de que no sos de ningún lugar, que debes pelear para que te vean, te escuchen. Cuanta impotencia. Quieres reparar y no está roto, está sanando. Quieres moverlo sin darte cuenta que ya está en movimiento sólo que a su propio ritmo. Tanto miedo que se hace evidente. Crees tener razón y te aferras como sí existiera una única verdad, la tuya, y no te das cuenta que si solo existe una verdad estás solo, inerte, innovil.
Deja una respuesta